El aleteo de un recuerdo
Hace solamente unos instantes me ha venido a la mente una imagen de hace ya algunos años (los voy a contar: concretamente procede de 2003, por tanto se pueden contar ocho).
¿De qué estábamos hablando en clase? Puedo imaginarme que de carreras universitarias o estudios posteriores al bachillerato, quedaban solo unas semanas para la selectividad. El profesor de latín pronunció una frase que, según parece demostrarme el tiempo, se me ha quedado grabada (o más que la frase, la idea, pues no me veo capaz de hacer una reproducción literal de sus palabras): "La naturaleza del filólogo es estar rodeado de diccionarios, traerlos y llevarlos de acá para allá mientras se está trabajando, lo llevamos en la sangre. Los diccionarios son para nosotros una forma de vida".
Seguramente en su momento me pareció un poco exagerado lo de vivir rodeados de diccionarios. Hoy, como tantas otras veces, he vuelto a recordar aquel momento. ¿Y todo por qué? Me he pasado la tarde dando vueltas entre diccionarios bilingües de lenguas diversas (pero por puro amor al arte, no por ningún deber). El término "rodeada" sería, en mi caso, completamente literal (me he parado a contar los que tengo en torno a mí en estos instantes: ocho). Otros días, incluso, me bastan simplemente los de mi propia lengua: diccionario etimológico, diccionario de sinónimos, diccionario de dudas, diccionario ideológico...
Si pasa un solo día sin que haya llegado a tocar un diccionario no sería un día normal para mí: o bien estaría enferma o bien estaría fuera de casa todo el día. Y aun así, no sería nada raro que en mi mochila hubiera espacio para al menos un diccionario (habitualmente dos o tres).
Segunda circunstancia:
Y cambiando ligeramente de tercio: lo que termina de romper los esquemas a quien me conoce es que, embebida en la más honda concentración lingüística navegando entre gramática, ejercicios y diccionario, sorprenda a los presentes con una pregunta tal como: "¿Tenéis una calculadora?" Y cual si hubieran visto un fantasma, al tiempo que reacciono: "Ayyys, qué tontería he dicho, olvidadlo, ¡si los móviles llevan calculadora!" "Ana, ¿¿¿para qué diablos necesitas una calculadora si estás haciendo unos ejercicios de gramática???"
"Ajáaa... Veréis, es que a veces trabajando con la lengua toca trabajar otros campos, y es que el texto proporciona unos datos de una cantidad al año y en el ejercicio se me pregunta por esa cantidad al día. Como comprenderéis, no sé hacer una división entre 365 días de cabeza..." (Y si la hago sobre el papel seguro que me sale mal, por cierto, je, je, je).
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